jueves, 5 de junio de 2008

Los laberintos del poder

PETER H. SMITH
En este capítulo se analiza el cambio y la continuidad en las estructuras de las carreras políticas, con el fin de someter a comprobación la idea de que el acceso a un cargo público elevado podría estar relacionado con la posición estratégica que ocupa una persona dentro del sistema burocrático.
Las correlaciones relativamente débiles conducen a suponer que en México en el siglo XX, el éxito político pudo haber estado vinculado más con una posición institucional que con el origen social. Es decir, es posible que la movilidad política dentro del mismo sistema dependiera más de la ocupación de un determinado cargo público que de atributos personales de adscripción. El haber ocupado el cargo A puede haber llevado al cargo B, y el cargo B a su vez pudo haber conducido al cargo C; una red similar, aunque separada podría identificarse con respecto a los cargos X, Y, y Z. Por lo tanto y de acuerdo con lo anterior el acceso a un cargo público elevado puede abrirse únicamente a través de rutas específicas, y la posición que uno ocupe con respecto a esas rutas en particular determina la probabilidad de alcanzar puestos de nivel superior.Un presupuesto clave que subyace a esta proposición es que en México al igual que en otras partes, los políticos son ambiciosos- es decir, que persiguen los cargos políticos más elevados- y que tienden a calcular sus posibilidades de éxito ulterior con base en la posición que ocupan en un momento dado. En este sentido lo importante no es tanto quiénes fueron y de dónde venían, sino más bien en dónde están y desde ahí a donde pueden esperar ir.Por lo tanto, puede afirmarse que ha habido una circulación constante de élites. En México el proceso ha significado una veloz rotación de personas, pero miembros casi todas ellas de una sola clase: la clase media (y las fracciones que la constituyen). La circulación no ha conllevado el tipo de movilidad social, de apertura de oportunidades y de amplia incorporación de elementos de la clase baja que, según la noción de Pareto, conducirían a la estabilidad institucional. Más bien, la circulación de las élites, unida a la cooptación de disidentes potenciales, se han conjugado para fortalecer el predominio de la clase media y para acelerar la tendencia a la centralización.Esto es que, recurriendo al uso de nuevos mecanismos, el sistema político mexicano ha recuperado el nivel de control centralizado que antes mostraba durante el régimen de Díaz. Aunque a decir verdad el poder reside en un sistema presidencial monolítico más que en la persona de un individuo omnipotente, lo cual constituye una diferencia sustantiva aunque el grado de centralización efectiva sea muy similar. De manera por demás irónica el PRI no ha institucionalizado realmente la revolución, según lo proclama su nombre. Lo que ha hecho es encontrar una nueva fórmula para reinstitucionalizar la esencia del porfiriato.

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